Los organizadores me han pedido que aborde estos conceptos de emancipación y autonomía a partir de la experiencia de la rebelión zapatista. La rebelión zapatista, a modo de recordatorio o para los más jóvenes o para los distraídos, es una rebelión de indígenas mayas en el sureste de México, en el estado de Chiapas, que se levantaron en armas el 1 de enero de 1994, el día de la entrada en vigor de los acuerdos de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México. Se levantaron para reclamar, como dice su lema, “Democracia, Justicia y Libertad”, y para luchar contra la opresión, la explotación, la discriminación, el desprecio, el racismo, muy fuerte allí, y la marginación.
Es esta misma rebelión, en pocas palabras, la que se decepcionó al cabo de unos años por el fracaso de sus múltiples intentos de aterrizar en la escena política mexicana, pero decepcionada sobre todo por la no aplicación por parte de las autoridades mexicanas de los acuerdos firmados con las autoridades zapatistas a finales de los años 90. Decepcionados por estos dos reveses, los zapatistas decidieron concentrarse en su propia zona de influencia para construir un régimen de autonomía de facto, una forma de autogobierno del que hablaremos enseguida.
Es, pues, esta rebelión zapatista la que se ha convertido con el tiempo en un paradigma, un modelo de emancipación y autonomía, a su pesar, por cierto, pero es, como mínimo, un ejemplo, una fuente de inspiración. Una inspiración citada regularmente por numerosos intelectuales de renombre que la han celebrado como tal, entre ellos el historiador francés Jérôme Baschet, quien, en un libro publicado inicialmente en Francia, Adieux au capitalisme (Adiós al capitalismo, edición La Découverte), habla de la rebelión zapatista como “una de las utopías concretas más notables que se pueden observar hoy en día a escala planetaria”. Por lo tanto, la pregunta que voy a intentar responder rápidamente es : ¿qué le da a esta rebelión lo que hace que este movimiento zapatista sea considerado como un modelo o, al menos, como una fuente de inspiración en materia de autonomía y emancipación ?
Emancipación
Voy a responder intentando hacerlo en dos partes breves : una primera parte que se centrará en la cuestión de la emancipación y una segunda parte en la cuestión de la autonomía. Por lo tanto, el primer elemento que se atribuye a la rebelión los zapatistas es haber sentado las bases de lo que otro sociólogo francés, Philippe Corcuf, denomina una nueva perspectiva emancipadora, es decir, en el caso de los zapatistas, una voluntad de liberarse de diferentes tipos de dominación, de una amplia gama de dominación, de diferentes tipos de opresión de la que estas poblaciones son objeto. Una combinación en su discurso y también en su práctica, en el mejor de los casos, de diferentes registros de aspiración a la emancipación, lo cual es relativamente inédito en 1994.
Estas aspiraciones que encontramos en el discurso zapatista y en las prácticas zapatistas se inspiran a veces en registros ya antiguos, a veces en registros más recientes, por lo que tenemos una mezcla de aspiraciones heredadas y de aspiraciones renovadas. Por citar algunas, una decena, son : la aspiración republicana a la democracia política, a la ciudadanía, que es antigua, ya que data de los siglos XVIII y XIX, pero que está presente como tal en el primer lema zapatista : « Democracia, Justicia, Libertad ». Tenemos esta aspiración republicana a la democracia política, es decir, la oposición a toda forma de dominación política.
Luego, evidentemente, la aspiración socialista a la justicia social, que tampoco es nueva. Es muy presente en el discurso zapatista : la aspiración a la igualdad entre grupos sociales, es decir, la oposición a toda forma de dominación social. La aspiración cristiana también a la liberación en la Tierra, que está menos presente, claramente menos presente en el discurso del Subcomandante o Capitán Marcos, pero sí en las palabras de gran parte de los líderes de la rebelión : aspiración a la liberación en la Tierra, a “la Tierra prometida” para “el pueblo creyente” (“pueblo creyente” era el nombre de una organización cuyos miembros estaban sobrerrepresentados en la rebelión zapatista). Por lo tanto, oposición a toda forma de dominación religiosa.
También está la aspiración tercermundista a la autodeterminación, a la soberanía sobre su propio territorio, por lo tanto, oposición a toda forma de dominación colonial. La aspiración anticapitalista además, menos presente al principio, más presente posteriormente, la aspiración anticapitalista al « buen vivir », desmercantilizado, al bien común, por lo tanto, oposición a toda forma de dominación económica. Igualmente central, la aspiración identitaria, tenemos aquí a un movimiento identitario, de afirmación identitaria. Aspiración al reconocimiento, a la diversidad, a la afirmación, por lo tanto, oposición a toda forma de dominación cultural.
Esta aspiración está contenida en uno de los lemas más famosos de la rebelión zapatista : « Queremos ser iguales y diferentes », por lo tanto, articulación entre igualdad y diferencia, articulación entre el registro de la redistribución y el registro del reconocimiento, articulación entre el registro de la justicia social y el de la diversidad cultural. Las cosas pueden parecer evidentes hoy. Sin embargo, en 1994 y posteriormente en América Latina, es totalmente innovador.
Igualmente está la aspiración feminista también, aspiración a la igualdad entre hombres-mujeres, a la igualdad de género, por lo tanto, oposición a la dominación machista, a la dominación masculina. La aspiración ecologista y medioambiental también está muy presente en el discurso y en la práctica zapatista : respeto por el medio ambiente, respeto por la Madre Tierra, por lo tanto, oposición a toda forma de dominación física, técnica y productivista sobre la naturaleza. Y, por último, aspiración libertaria al reconocimiento del sujeto : la cuestión del estatus del individuo en el colectivo está muy presente en el discurso zapatista y también en su práctica. Se trata de una oposición a toda forma de dominación comunitaria o, más bien, al peso de las comunidades, al peso de la tradición, al peso de las instituciones.
Frente a tal abanico de aspiraciones combinadas (no he agotado el tema, pero me parece que he citado lo principal), cada escuela sociológica, cada corriente política ha reconocido su sabor preferido, ha reconocido su dimensión preferida, a veces a riesgo de descuidar o borrar las demás, o incluso condicionando su interés por la rebelión zapatista al abandono de algunas de estas dimensiones que acabo de citar. No hay tiempo para desarrollarlas, pero podremos volver sobre el tema...
Ahora bien, la originalidad de la rebelión zapatista -pero también la fragilidad- reside precisamente en esta articulación de dimensiones que hasta ahora se habían opuesto o incluso olvidado en la historia de las luchas en América Latina y en América Central en particular. El EZLN, el propio nombre de la rebelión zapatista, Ejército Zapatista de Liberación Nacional, se inscribe directamente en la filiación de los movimientos revolucionarios centroamericanos que precedieron, al Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua, y al Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional en El Salvador. Son las mismas denominaciones, pero estos movimientos revolucionarios se movilizaban en torno a una o dos de las diez dimensiones o aspiraciones que acabo de mencionar.
Por lo tanto, hay una ruptura y esta originalidad también se encuentra en la articulación de las identidades movilizadas por el movimiento, en la articulación de las referencias identitarias convocadas. Así que aquí tenemos una rebelión en la que los indígenas zapatistas se definen a veces como campesinos, a veces como mayas, a veces como tzeltal, tojolabal, a veces como habitantes del estado de Chiapas, pero también mexicanos. En todas las ceremonias, en todas las movilizaciones zapatistas, la bandera nacional patriótica mexicana está muy presente, pero también la de “ciudadanos del mundo”, por lo tanto, articulación de identidades sociales, clasistas, culturales, étnicas, regionales, territoriales, nacionales, universales y de género.
Articulación también en las formas de organización, en los repertorios de acción. Con el movimiento zapatista, se ha afirmado una combinación de modos de movilización. En general, estas formas de movilización son democráticas, horizontales, en red, simbólicas y creativas, pero también son, en ciertos momentos, según las coyunturas y las regiones, más verticalistas, más autoritarias, más centralizadoras, más clásicas. Por lo tanto, aunque es un movimiento que pretende romper con el dogmatismo y el militarismo, el vanguardismo, lo hace, pero se caracteriza igualmente por momentos de apertura Y momentos de intransigencia.
Sea como sea, este movimiento zapatista merece bien la triple etiqueta que se le ha pegado a menudo en los últimos años : un movimiento que se puede calificar a la vez de identitario, revolucionario y democrático. No hace falta que haga un dibujo, una combinación así no es muy común últimamente : movimiento identitario, de afirmación identitaria, movimiento revolucionario socialista, tercermundista, anticapitalista y movimiento democrático. Un movimiento impulsado por una voluntad de autodeterminación, sin separatismo, sin separación, pero también por una voluntad de integración - mexicano y orgulloso de serlo - sin asimilación.
Autonomía
Segundo punto, a añadir a la emancipación : la autonomía. Lo que también vale para que el movimiento zapatista sea considerado una fuente de inspiración es, por tanto, toda la cuestión de la autonomía, la autonomía de hecho, el autogobierno, cuya construcción se ha esforzado por lograr este movimiento desde hace ya dos buenas décadas, incluso un poco más, desde principios de la década de 2000. Desde que aprendieron las lecciones, como decía al principio, desde que aprendieron las lecciones de su relativo fracaso, de los impasses encontrados en su intento de articulación en la escena nacional con otras organizaciones de izquierda, pero sobre todo, desde el fracaso o, mejor dicho, la no aplicación de los Acuerdos de San Andrés, los zapatistas han decidido replegarse, entre comillas, a su zona de influencia para construir allí, para desarrollar allí su sistema de autogobierno.
A título informativo, su zona de influencia es un territorio muy fragmentado. Ningún municipio es 100 % zapatista, la situación sigue siendo bien compleja. Este territorio fragmentado tiene casi el tamaño de mi país, Bélgica. Y está organizado en tres niveles. Las regiones gobernadas por lo que los zapatistas llamaban los “consejos de buen gobierno”, los “Caracoles”. En un segundo nivel, están unas decenas de municipios autónomos rebeldes, que cambiaron también de nombres estos últimos anos. Cada municipio tiene más o menos el tamaño de un departamento francés, y cada uno de estos municipios contiene cientos de comunidades locales, que constituyen el tercer nivel.
Así pues, en la práctica, el autogobierno en estos tres niveles de poder, se organiza en la delegación del poder desde la base, la delegación concéntrica y ascendente del poder desde la base, en la rotación incesante de los mandatos y la revocabilidad inmediata de estos mandatos, que los implicados no llaman así, sino que hablan de “cargos”. “Cargos” que los “delegados” indígenas, hombres y mujeres en igualdad teóricamente, aceptan asumir voluntariamente, durante períodos relativamente cortos, en los consejos de gobierno, en los municipios y en las comunidades donde se gestiona a diario la autonomía educativa, la autonomía sanitaria, la autonomía jurídica y la autonomía productiva, la autonomía comercial de las comunidades.
Esto último lleva a Jérôme Baschet -el mismo historiador francés medievalista que conoce particularmente bien el tema-, a decir que estamos ante un movimiento zapatista de “autogobierno no estatal y anticapitalista que da cuerpo al nosotros de la dignidad rebelde, tanto como al nosotros de la humanidad rebelde” ; o incluso a una actualización de la Comuna de París tal y como la describía Marx. La autonomía se ha convertido para los zapatistas tanto en el método como en el fin de su lucha, tanto en el proceso mismo como en el horizonte de esta voluntad de emancipación, así como en el horizonte de la salida de las opresiones. La autonomía para los zapatistas es el laboratorio cotidiano, el terreno de experimentación concreta y práctica, desde abajo, de su proyecto de transformación social, de su proyecto de emancipación política y cultural.
En realidad, ya no se sabe muy bien qué concepto precede a cuál : si es la autonomía la que precede a la emancipación o la emancipación la que precede a la autonomía, o si ambas se superponen. De cualquier manera, se trata de un proyecto de democracia radical que se basa, en primer lugar, en el rechazo de todo contacto con el Estado mexicano, con todas sus fuerzas y, por lo tanto, el rechazo de toda inversión pública, el rechazo cualquier programa social. Los zapatistas, desde 2003, no aceptan ningún contacto con las autoridades oficiales.
Un proyecto democrático radical que se basa también en el rechazo de toda forma de mediación, de representación, de imposición, el rechazo de toda forma de profesionalización de la política, el rechazo a la confiscación del poder, el rechazo a la renuncia a la soberanía en instancias superiores, ya sean partidistas o estatales. Llevan a cabo un proceso de autocreación de instituciones propias, de autoinstitucionalización de lo social. Para el ex Subcomandante Marcos, es un mismo rechazo de la alienación, de la jerarquización, del distanciamiento, de la separación de registros que se juega en la radicalidad democrática de la experiencia zapatista.
En realidad, la relación misma del EZLN con la política, su concepción del Estado ha evolucionado. Las vías privilegiadas del cambio social a través de la rebelión zapatista han evolucionado. En términos generales, se puede decir que en 30 o 40 años de zapatismo —digo 40 años porque antes de 1994 hubo unos diez años de preparación—, hemos pasado de una tendencia más bien estatista, clásica, jacobina, marxista-leninista, verticalista, de cambio desde arriba, a una tendencia claramente más autonomista, libertaria, horizontal, de cambio desde abajo con este lema, esta consigna central en las actividades cotidianas del zapatismo, que es “mandar obedeciendo”. El pueblo manda y el gobierno obedece.
Para una buena parte de los observadores, con esta idea de autonomía, estamos ante la esencia misma del zapatismo. Para otros observadores, igualmente simpatizantes del zapatismo, se trata más bien de una evolución, una evolución circunstancial, incluso oportunista, accidental... Con razón, el filósofo Daniel Bensaid decía del movimiento zapatista, en relación con esta celebración acrítica de la vía autonomista, que el movimiento había hecho de la necesidad una virtud...
Termino preguntándome ahora, en dos palabras, de la viabilidad social, política y económica del zapatismo ¿Qué hay de la fecundidad de estas experiencias de autogobierno zapatista en curso en las zonas de influencia de la rebelión ? También aquí prevalece una cierta forma de división entre los observadores : por un lado, hay una fascinación por esta actualización al aire libre de los modos de organización democrática, de los modos de organización comunitaria indígena, una fascinación también por los logros concretos y reales alcanzados por las comunidades en los últimos años en materia de educación autónoma, salud autónoma, justicia autónoma, etcétera. Pero también, del otro lado, hay cierto escepticismo sobre la viabilidad, sobre todo económica, de este régimen de autonomía en un contexto que sigue siendo muy adverso socialmente, políticamente y militarmente.
No tengo tiempo aquí de describir estas adversidades, pero es cierto que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional sufre desde muchos largos años una vulnerabilidad social, militar y económica, y un relativo aislamiento político dentro de las izquierdas mexicanas, lo que hace aún más sorprendente su perseverancia y su durabilidad, y que por cierto, este es el término que hemos elegido para titular el último libro del CETRI sobre el tema : Zapatismo : la rebelión que perdura.








