• Contact
  • Connexion

La hora de las comunidades

Por las veredas
« - Prima, has viajado tanto que seguro ganas y sabes mucho, ayúdanos a viajar así como cooperativa.
- He viajado por la carretera, se corre rápido y solo se ve rodando dinero en ruedas.
- Eso mismo… Queremos hacer dinero.
- Cuando me bajo del carro y camino a pie o en bestia, veo personas, grupos reunidos, escucho ese canto de las chicharras…
- ¿Qué quieres decir ?
- Si la cooperativa agarra las veredas, tocará corazones, hurgará nuestras raíces, hará pensar y caminar juntos.
- O sea, sentir, caminar y empezar a cooperar, en lugar de agarrar la carretera.
- Eso es, Ana, es el primer paso… ¡por las veredas ! »

La prisa por ganar dinero nos hace correr y nos limita ver a los lados. Cuando alcanzamos la meta nos pasa como al perro en el campo que al primer ruido de algún carro sale ladrando a toda velocidad y luego que alcanza al carro no pasa nada, regresa en silencio. Las organizaciones, organismos e instituciones viven desesperadas colocando sus recursos y capacitaciones con el discurso de acabar con el hambre o la pobreza, y cuando alcanzan esas metas de inversión, regresan en silencio. La población empobrecida es como el carro al que el perro alcanzó, aumenta su velocidad de sumar más personas. Con el COVID-19, esa velocidad aumenta dramáticamente. ¿Cómo pueden salir de la miseria ? La parábola nos dice que para empezar a cooperar andemos por las veredas y hurguemos nuestros orígenes. ¿Qué significa esto ? ¡Es la hora de las comunidades !

1. Las realidades quedan a la vista

El paso del COVID-19 levanta las cobijas y aparecen realidades que nos cuesta reconocer. La población rural emigra a la montaña o al exterior bajo la presión de la agricultura de monocultivo o la ganadería, empujada por la industria financiera y comercial. Esto no es novedad, con o sin cobija lo hemos conocido desde hace décadas y siglos.

Con el COVID-19 esperábamos que las fuerzas internas de las comunidades, que han sido apoyadas por cientos de proyectos de la cooperación internacional, estén guiando acciones preventivas. Que las Iglesias, con tantos siglos de predicar el buen samaritano, se movilicen. Que las cooperativas de primer grado, miembros de organizaciones de segundo grado, se muevan frente al virus. Extrañamente, están quietas. “Esperamos orientaciones de arriba”, “sin proyectos, no hay organización”, “donantes no mandan ayuda a los que se organizan en cooperativas”, “todo es en el pueblo (cabecera municipal), las reuniones, el acopio”. ¿En qué quedó lo del “ancla”, “articulaciones”, “redes”, “alianzas público-privadas” y “empoderamientos” ? La mirada de las mujeres ancianas parecen decirnos : “en nada”. Tal vez esto es novedad en el sentido de sorprendernos.

Pareciera que los proyectos, sermones, políticas crediticias y comerciales, más bien erosionaron a las comunidades. Empujaron ideas de ser individual, asumir agricultura de monocultivo y atenerse a la ayuda ; algunos argumentan que al apoyar a un individuo están apoyando a las familias rurales, pero una familia como institución es jerárquica y patriarcal, además que lanoción de “núcleo familiar” es casi inexistente en el mundo rural donde un hijo o una hija crece con sus abuelos, tíos y/o madre. Con el COVID-19, esa erosión se va recrudeciedo, la cuarentena y el confinamiento, para muchos una estrategia medieval, acentúan la idea neoliberal de “sálvese quien tenga”. Pues un diero (trabajador que gana por día) en la agricultura o en la construcción y la mayoría de la población que trabaja en la llamada “economía informal”, no pueden quedarse en casa más de una semana, comienzan a endeudarse, a fiar y quebrar pulperías y a afectar su alimentación diaria, y eso en el largo plazo significará pérdida de vidas humanas.

2. Saber llegar a las comunidades

La idea de comunidades armónicas de Robert Redfield (1931, A Mexican Village : Tepoztlan), ha quedado lejos. Desde los estudios de Oscar Lewis (1951, Life in a Mexican Village : Tepoztlan Restudied) entendemos comunidades como espacios heterogéneos con diversidad y hasta opuestos intereses. Son comunidades con las que las personas se identifican, es su utopía y misión –como diría Tomás Moro (1516, Utopia : felicidad en ningún lugar). No son “saco de papas”, como sugirió Marx, ni “bolsones campesinos” como cierta literatura agrarista las calificó por los años de 1980 y 1990. Son espacios disputados a donde las políticas y recursos externos deberían saber llegar facilitando la primera lección de la humanidad : la cooperación. Las personas que se organizan pueden juntar su producción y lograr mejores precios, liberarse de la usura a punta de ahorro grupal, proteger fuentes de agua en las partes altas y a lo largo de la quebrada, y coordinarse para evitar los virus naturales y sociales. Individualmente no pueden variar precios, liberarse de la usura, proteger el agua ni evitar virus.

Ilustremos cómo se mueven estas fuerzas comunitarias de las pocas interesantes experiencias que hay en Centroamérica. Rodrigo Pérez, delegado de la palabra de la comunidad San Antonio, dijo : “esta tienda comunitaria me ahorra el día y el pasaje de ir al pueblo a comprar lo que ahora compro aquí”. Si la aglomeración en el pueblo favorece al COVID-19, personas como Rodrigo encuentran lo que buscan en la tienda comunitaria. “Es la primera cooperativa que viene a coordinar el trabajo con nosotros”, expresaron en la escuela en Samarkanda, valorando el apoyo de la cooperativa Tijerino para que estudiantes y profesores se protejan ante el virus. “Solo nuestra cooperativa acopia en la comunidad, y aquí mismo son los pagos y las asambleas”, dijo Selenia Cornejo. “Los compradores y financiadores vienen a visitarnos a la comunidad”, dijo Daniel Meneses, de la cooperativa 13 de octubre. Similares palabras encontramos sobre las tostadoras comunitarias de café, panaderías, grupo de apicultores… “El café que producimos y tostamos, la vendemos nosotras y nuestros familiares de afuera, ¿no es eso red ?” Cada organización tiene un mural con información para prevenir el COVID-19, a la vez que juntos van tejiendo una red de apoyo para las personas que resulten afectadas por el virus.

¿Qué es lo común en ellas ? Están en la misma comunidad. Su mirada es hacia sus orígenes. Funcionan con recursos propios y reglas pulidas en sus asambleas. Mejoran su tradición oral con la escrita. Tienen diversidad de edades donde jóvenes menores de 40 años las dirigen. Redistribuyen sus excedentes. Organizan y son transparentes con su información. Disputan y rotan en los cargos. Organizan su solidaridad. Luchan contra sus viejos “demonios”, reglas de las elites que han hecho nido en sus mentes : “en grupo pero para mí”, acciones oportunistas cuando el control interno y externo es débil, prejuicio contra las mujeres legitimadas desde las iglesias, prejuicios contra las personas trabajadoras sin tierra (“la cooperativa es para los que tienen”) y providencialismo (“Dios tiene un plan para protegernos”, “el gran jefe tiene un plan para cuidar a su pueblo”). Este tipo de organizaciones de base ya no esperan orientaciones de afuera, se visitan, discuten y recurren, en medio de sus tensiones internas y mutuas desconfianzas, a su fondo social, mientras buscan contactos externos que pueden reforzar sus acciones colectivas.

¿Cómo se forman estas fuerzas comunitarias ? Siguiendo una lección universal : estudiar realidades para innovar en grupo y formarnos. Aunar esfuerzos entre personas de las comunidades y de afuera para organizar empresas sociales en las comunidades. Registrar datos, analizarlas y tomar decisiones. Escarbar historias para encontrar valores y reglas con las que cooperar y recrear identidades, porque “los orígenes están delante de nosotros, no detrás”, como nos enseñaron los Mapuche, pueblo indígena en Chile y Argentina. Sacar a luz sus viejos “demonios” y los nuestros como acompañantes (“dar información, confunde a la gente”, “dar alimentos es la solución al hambre”, “conocemos su futuro porque ese futuro fue nuestro pasado”). Andar por las veredas discerniendo a que los mismos procesos nos muestren cómo acompañarles.

3. Nuevas vetas que el efecto del COVID-19 nos obliga a pensar

COVID-19 levanta las cobijas y aparecen no solo aquellas realidades que nos cuesta reconocer, también aparecen nuevas vetas a trabajarse relacionado al fondo social, la conexión entre organizaciones, la coherencia entre las palabras y las acciones, y la descentralización de decisiones.

Las organizaciones de base, como las que hemos descrito antes, tienen la práctica de redistribución equitativa en el que ahorran un fondo social. En el contexto actual del COVID-19, ese fondo social cobra fuerza, al igual que el uso de ofrendas y diezmos de parte de las Iglesias. Si el Estado provee salud curativa, lo preventivo es un área en que organizaciones de base e Iglesias pueden invertir recursos y energías. Ello incluye el cómo mejorar la alimentación, evitar la obesidad y la diabetes, invertir en medicina natural y agua limpia, mejorar el lavado de manos e introducir el uso de mascarillas en espacios aglomerados. ¿Cómo organizar ese fondo social en áreas de prevención ?

Si una persona descubre la importancia de aunar esfuerzos entre varias personas, así también las organizaciones (grupos colectivos) descubren que coordinarse entre organizaciones para enfrentar al COVID-19 es elemental. Vincularse con iglesias, escuelas, cajas rurales, patronatos, empresas y el gobierno municipal. Esto es como el pollito que rompe el cascarón del huevo, salir de la zona de confort y conectarse con otras organizaciones, es algo que no estamos acostumbrados a hacer, pero lo necesitamos hacer. Por ejemplo vincularse con la Iglesia no es para ponerse a discutir una u otra forma de fe religiosa, es repensar la solidaridad desde el buen samaritano, quien no se atuvo a que Dios envíe sus ángeles para salvar al herido, sino que simplemente actuó, mientras otros tenían prisa (“pasó de largo”). ¿Cómo conectar templo, finca, tienda, escuela y centro de salud ?

Los gobiernos, organismos y empresas internacionales deben ser coherentes. Importar el mejor café y dejar el peor café a la familia productora, se siente amargo. Demandar carne que deforesta y a la vez ser ecologista, asquea. Apoyar la pequeña producción con crédito para agroquímicos como el glifosato, que daña la salud natural y humana y aumenta el desempleo rural, repugna. Donar semilla certificada para acabar con semilla criolla y hacerlos dependiente de empresas que venden esas semillas certificadas, es bochornoso. Extraer minerales a cielo abierto y defender la naturaleza, parece como aquél nazi que de día enviaba a los niños a la cámara de gas y de noche jugaba con sus niños en casa. ¿Cómo lograr coherencia que también beneficie a las comunidades ?

Descentralizar decisiones parece urgente y es en todos los ámbitos. Que cada delegado de la palabra celebre la eucaristía (compartir pan y vino) en las comunidades, sería un real cambio institucional de la iglesia católica. Si una organización de base entiende mejor a su comunidad que una organización con oficina en una ciudad, ¿por qué los organismos y empresas internacionales se empecinan en creer que organización es tener oficina, gerente en la ciudad y cuenta bancaria ? ¿Qué las organizaciones de base necesitan acompañamiento ? La necesitan, igual que los organismos necesitan que las organizaciones de base les acompañen. Una organización de segundo grado debe dejar de secuestrar servicios, recursos y decisiones que pertenecen a las cooperativas de primer grado. “Más fuertes las hijas y los hijos, más fuertes sus padres/madres”. ¿Parece sencillo ?

Concluyendo

Los efectos del COVID-19 tienden a producir más miserables, así era el título de la novela de Victor Hugo publicado en 1862 (Les misérables). Junto con la miseria humana, la miseria de la naturaleza, recogida en Laudato Si : “el grito de los pobres y el de la tierra”.

Entre 2000 y 2014, según CEPAL, 33 países de América Latina y El Caribe redujeron de 73 a 38 millones de personas en situación de hambre (extrema pobreza). Julio Berdegué de la FAO afirma que entre 2015 y 2018, sin virus, esos 38 subió a 43 millones de personas. CEPAL proyecta que si el crecimiento de la economía en el 2020 baja en 6% tendremos 73 millones de personas con hambre, la misma cantidad que había en el año 2000. Y con el hambre, probablemente, vendrán rebeliones sociales y políticas. Jugar con el hambre es jugar con fuego.

La solución al hambre que organismos internacionales han practicado y siguen sugiriendo es que los Estados provean alimentos y que para ellos se apoyen en las organizaciones sociales y económicas ; eso en letra menuda significa que los gobiernos, con los impuestos pagados por toda la sociedad, compren a las grandes corporaciones alimentos transgénicos, coopten a las organizaciones de base y las provean a la población con hambre. Esa película ya la vimos, incluyendo la magia que suelen hacer con los indicadores de extrema pobreza, su consecuente erosión de las fuerzas comunitarias y de lo que se llama agricultura familiar, la anulación de las semillas criollas, y el que las poblaciones rurales se vuelvan masas mansas dependientes de las ayudas y en clientelas electorales.

En este artículo mostramos que las fuerzas comunitarias pueden ser efectivas ante el COVID-19 y ante el virus del hambre, y que esos organismos, organizaciones e instituciones del mundo que hablan de “dar alimentos” como la panacea a los males, repiensen su modus operandi y esa cultura de creer que ya conocen la solución sin antes conocer a las personas “de extrema pobreza”. Debemos reconocer que si las comunidades se organizan y cuentan con acompañantes que tienen sentido de misión, pueden enfrentar a este y otros virus, erradicar el hambre produciendo y redistribuyendo sus alimentos, mitigar el cambio climático y contribuir a la cohesión social que evite la violencia y encamine a nuestras sociedades hacia su democratización.

Es la hora de las comunidades y es la hora en que repensemos el cómo ser parte de esas comunidades.


Les opinions exprimées et les arguments avancés dans cet article demeurent l'entière responsabilité de l'auteur-e et ne reflètent pas nécessairement ceux du CETRI.